13/11/09

30 de agosto de 1999

Vivir es ser otro. Ni sentir es posible si hoy se siente como ayer se sintió: sentir hoy lo mismo que ayer no es sentir: es recordar hoy lo que se sintió ayer, ser hoy el cadáver vivo de lo que ayer fue la vida perdida.

---FERNANDO PESSOA



EN MI NOVELA (O ALGO ASÍ) PAULINA SOLO SERÁ UNA INSINUACIÓN. No sería capaz de mezclar, en un mismo hilo narrativo, el amor férreo y claro de Paulina junto al amor (o desamor) ambivalente de Diana.

Y honestamente no entiendo por qué, hoy por ejemplo, recuerdo a P. clavada dentro del dolor provocado por haberme separado de D. Quizá Paulina ha sido para mí, hasta hoy, lo más significativo de mi corta vida, y quizá por eso su sentido cobra todavía mayor relevancia dentro del contraste de un sinsentido radical...

Es cierto que ambas, en sus respectivos momentos, decidieron no seguir a mi lado; es decir, en ningún caso la decisión fue mía. Pero P. se marchó sin violencia, incluso con cordialidad y, me atrevería a decir, con razones inteligentes; D., en cambio, no tuvo reparo en arrasarme y humillarme. Pero aun si mi dolor actual no se debe a Paulina, sí me hace recordar el que ella me provocó; su dolor y su paz, pues eso diría si tuviera que resumir lo que ella fue para mí: la confluencia improbable de dolor y de paz... O bien la consciencia de una paz casi posible.

Tal vez, para mí, P. fue la humanidad entera, trágica, sentida en su cuerpo único, solo suyo, en mis manos...

Sé muy bien que no gano nada con estos ensueños tardíos.

En todo caso, Paulina necesitará otra ocasión y otro ánimo para dejarse decantar en todo su esplendor. Y sin embargo diré, para no desperdiciar esta tentación de la memoria, algunas palabras que puedan tal vez fijarnos a ella y a mí en un marco externo a nosotros, un papel, por ejemplo, una entrega al tiempo, incluso a un tiempo en el cual ninguno de los dos esté vivo...

Paulina fue una tierra natal de la cual hubiera sido exiliado sin posibilidad de regreso; éxtasis y exceso: una incomprensión seductiva; hasta hoy solo con ella he sentido que es posible comunicarse con otro y amar a otro. Porque quise a Diana, sí, y tal vez ella también me quiso, pero no creo que nos hayamos comunicado. Porque comunicarse no quiere decir, como cree ingenuamente la gente, entenderse a la perfección o pensar lo mismo o estar de acuerdo en todo; comunicarse es entender al otro quizá mejor que él mismo y aceptarlo tal como es, es decir, como es para uno, en uno, y callar de gozo, en calma, sabiendo sin incertidumbre que uno quiere seguir con ese otro al lado, caminando a su lado y envejeciendo a su lado.

Comunicarse es caminar afines: caminar y saber con una mirada que ese camino tiene sentido para los dos.

Supongo que se debe a eso que en el borde de esta agonía Paulina no pueda faltar: es su margen indefinible, el telón que cubre y descubre las insuficiencias, es un criterio, un aura que alberga en su seno toda la agonía y toda la desesperación. Es la ternura necesaria y posible. Es saber que es posible...

Es el mar, la intuición de plenitud –porque no tenemos derecho a la plenitud pero sí a su intuición–.

Es la promesa de otro mundo posible aquí mismo: la posibilidad de convertir todo el dolor en un salto evolutivo; o la necesidad de aprender que ha de ser posible amar sin querer poseer.

Sin duda algún día escribiré su libro, pero solo cuando el recuerdo haya añejado aún más y mi historia incipiente haya conocido nuevas decepciones y nuevos bríos.

[2:44 p.m.]

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