ANDA POR LAS CALLES UNA FAUNA QUE METE MIEDO.
No es solo que la realidad esté demodé y que, en consecuencia, haya tantas realidades como especies de insectos. Pasa que las modas ya no saben de qué fetiche guindarse, de quién más hacer un ídolo fatuo o cuál nueva antigualla transformar en el último grito. Y yo no sé si todo eso está mal en sí mismo; pero tampoco sé si era mejor Dios en su cielo trascendentalísimo o esta nueva versión downgraded de dios con oficina en Hollywood.
En todo caso, algo común de esas irrealidades televisivas es incitarnos a vivir como si fuéramos ricos y famosos, vendiéndonos la idea de que mientras más actuemos como ellos y vivamos como ellos más nos pareceremos a ellos amén.
Corolario: vivir es actuar como si. Creerse alguna cosa sin fundamento y asumirla como fundamentada.
Como si uno no fuera una mosca tercermundista, por ejemplo, un arrimado, un posible inmigrante, sudaca o espalda mojada; o, inversión o tergiversación, vivir como si todos fuéramos igualmente “civilizados” y “humanos”, como si los derechos humanos de aquí no fueran diferentes a los de allá… Como si todos fuéramos hermanos porque en todas partes se venden las mismas marcas y los mismos símbolos, es decir, como si el loguito universal de coca cola, por ejemplo, fuera también el loguito de una posible humanidad universal. O vivir como si fuéramos amigos íntimos de Madonna o Tom Cruise o de Fidel o Trotsky o Freud o el Dalai Lama o la quinta reencarnación de quienquiera que sea el ungido para cada cual...
Porque nada de esto entraña que se hayan descartado todas aquellas tonterías del alma y de la identidad y de las luchas históricas, qué va, ahora todo eso tiene sus sinónimos cool. Hay cientos de tipos nuevos de new age, por ejemplo, una espiritualidad mística que envidiaría el mismísimo Plotino. Si uno mira suficientemente E! hallará la información necesaria para fabricarse su propia identidad o, lo que es lo mismo, copiar algún machote y asumirlo como indiscutiblemente propio. Y hay, por poner otro caso, manuales ecologistas de bolsillo, valen $1.99, o de variopintas antiglobalizaciones y etnonacionalismos, de izquierdas y de derechas y todos con espacio reservado en CNN o en alguna variante. Sobra qué elegir y dónde; pero curiosamente todo se parece, las cosas hacen eco de otras cosas y al final del día uno termina mareado de tanto repetir lo mismo disfrazado de original. La TV nos ha ordenado la existencia en todos los órdenes de la vida y de la muerte, ¡el mundo es una fiesta! ¡Reír y comprar y broncearse en maquinitas, todo es posible!
Yo acostumbro hablar y reírme de estas cosas junto con mi padre, cuando ninguno de los dos tiene nada mejor que hacer. Bueno, más exactamente, el pobre no encuentra la manera de negarse a escuchar mis retahílas. Y mi padre, buen castellano y viejo leído, me repite a menudo aquello de que Salamanca no presta lo que natura no ha dado; él, claro, desde siempre me lo ha repetido con la buena intención de que su hijo estudie y no se quede imbécil por mera pereza; pero lo que mi padre no podría haber previsto es que hasta eso se iba a poner de moda: quedarse tonto, quiero decir, porque para qué coño sacarse lo tonto si sabiendo prácticamente nada es igualmente posible forrarse de dólares. Hoy ni siquiera se entendería el eslogan socrático de solo saber que no se sabe nada; y, en general, todo lo que podría aprenderse en clases de filosofía, acerca de Sócrates y su martirio por el pensamiento y la libertad y las disquisiciones sobre el deber moral y qué sé yo cuánta cosa más, son hoy simplemente pendejadas de viejos; hoy la juventud ya no escucharía ni seguiría a Sócrates; primero lo lapidarían por aburrido y segundo lo empalarían y tercero lo olvidarían al día siguiente... hasta que algún genio, claro, al tercer día, decidiera resucitarlo lanzando su imagen inmolada en jarras de café y gorras y camisetas y calcetines de color fucsia.
En este clima finisecular hay todo un escaparate de identidades disponibles, y no sabemos cómo ha sido posible pero hay una para cada quien, como si la moda, al mismo tiempo, fuera infinita y singular. ¡La moda es el reino de la diferencia! Con el vestido podemos expresar cabalmente quienes somos. Unos pocos minutos frente a los escaparates bastan para saber cuál identidad “ponerse”; y si usted se inclina a la incertidumbre o la indecisión pues prontísimo algún simpatiquísimo dependiente le asistirá en su elección. ¡Es el paraíso, damas y caballeros, pasen adelante, hay espacio para todos! ¡Y claro que sí, señora, se puede empezar tan temprano como lo desee, ya tenemos los modelos del próximo año para los recién nacidos! ¿Prevé que su nene vendrá dentro de dieciséis meses? No se preocupe, le haremos una oferta que no podrá rechazar, un plan a plazos para que vaya reservando los modelitos del 2002, ¡que dos años se pasan volando! Y acuérdese señora que recién salida de la sala de partos ya puede sentar a su hijito frente al televisor, ¡no le pasa nada, señora! Al contrario, no lo deje levantarse hasta que haya cumplido los veinticinco o veintiséis años, ¡no hay mejor manera para adecuar a su niño a la vida en el Siglo XXI, no lo deje en desventaja!
[2:19 p.m.]
31/8/09
10 de octubre de 1999
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario