2/1/08

22 de febrero de 1999

En no ser amado solo hay mala suerte: en no amar hay desgracia. Hoy todos morimos de esa desgracia.
--Albert Camus


LA ÚNICA CRUELDAD ES HACER SUFRIR A QUIEN NOS AMA, lo demás es barbarie o salvajismo. Yo enfrento la noche como a una selva: cierro los ojos y la oscuridad se vuelve laberinto; en cualquier recodo aparecen rostros que creía olvidados, momentos que ya habían aplacado su furia; de vez en cuando, algunos ojos amados que se habían cerrado sin escándalo ni rabia… Pero también encuentro a Diana con sus ninfas, transformándome de nuevo en ciervo: presa para mis propios perros... Sus ojos inocentes ocultan la mirada cruel de quien no teme hacer sufrir; pero en mis sueños ya no me engaña: sé que tras sus encajes hay un ave de presa, una máquina asechadora.

Su sueño, en cambio, lo imagino plácido, agraciado por esa virtud inhumana de no conocer ni la culpa ni la añoranza, de no necesitar ternura más que como ofrenda recibida... ¿Pero no es la ternura algo que se da?

Cuánto resentimiento arrastraba. ¿Y no es siempre un error escribir tan cerca de un dolor, para curarlo o vengarlo? En la vida de cualquiera, con el resentimiento por un amor traicionado pasa como en la historia de la humanidad: no se puede reparar ni transformar la historia si antes no se ha superado o transformado el resentimiento.

Quisiera olvidarla como se olvidan esos monstruos que nos visitan en las noches infantiles. No quiero dar ni recibir crueldad. Creo haberla tratado con dulzura y nunca haberle hecho daño. Pero ella me desprecia. Aún así, quisiera justificarla: ¿es el infierno que la inunda todavía mayor que el que a mí me provoca su odio? ¿Acaso por alguna causa indescifrable decidió hacerme a mí culpable de su vacío y sus infortunios?

Por otra parte, cuando se olvida a alguien, ¿no se le hace daño con ese olvido? ¿Olvidar a una persona no equivale a despreciarla? ¿No es convertirla en nada, en una chispa de viento o en menos que una chispa de viento? Quisiera, pues, olvidarla sin esa crueldad que arrastra, impersonalmente, el olvido...

Sé muy bien que no soy un ángel, nadie lo es; pero fui su amigo y su amante y compartimos livianas alegrías. Su crueldad se me hace inexplicable...

Quizá algunas personas no merezcan ser amadas; quizá algunas no pueden amar y se vengan de su horrible destino haciendo sufrir a quienes las aman. Quizá solo sea eso.

Algún día mi dolor solo será un conjunto de imágenes pasajeras que veré al cerrar los ojos...

Sin dar es imposible sentir a otro. Tal vez su soledad sea más honda que la mía. O tal vez la soledad sea lo único que hoy tenemos todos en común, pues así nos prepara el mundo para que creamos haber llegado al paraíso. Tal vez, algún día, todos moriremos de esa desgracia.

[8:16 a.m.]


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