ALLÍ DONDE TODO ARDE Y SE ESFUMA, ese punto indiscernible y cotidiano de la evasión: llevar una vida como se llevan unos zapatos desteñidos que solo embetunáramos los sábados soleados…
Somos títeres —se nos ha dicho hasta el hartazgo—, somos títeres actuando un guión malogrado.
¿Pero qué habrá detrás de las imágenes? ¿Qué hay, en medio de las frases ya escritas? ¿Dónde queda registrado verdaderamente el flujo de los pensamientos?
Se vive para un público, es inevitable, se vive para esa conglomeración anónima de imágenes efímeras y repetitivas, noches de tacón alto y sonrisas a flor de piel... Se vive, se ama, otros viven, otros aman por mí. Y yo sigo, yo hablo, soy ese guión con el que huyo de mí: el instante fatídico en que el espejo se rebela.
Y estos gritos mudos no me ayudan a recuperar nada de lo perdido. Y escribo y estas páginas son gritos mudos, solo eso: una elaboración de la pérdida, abordar el desamparo, dejarse abordar, hablar consigo mismo hasta la demencia simplemente porque ya no hay con quien hablar. Se habla, nadie escucha, nadie tiene tiempo.
Y gritar, a pesar de todo.
¿Es que todavía las personas se sientan solas en el umbral de sus puertas a mirar las nubes mientras se forman y transforman? ¿Quizá a ver la invisibilidad del viento o a las arañas esperando sus presas inocentes?
Y creer que el mundo está perdido: ¿es un juicio objetivo o solo la excusa de mi desamor?
A mí me han enseñado a correr despavoridamente, como si viviera perseguido por un demonio personal. Me han enseñado a creer que soy una concentración de imágenes y ruidos y palabras de moda y todos esos supuestos amigos de uniforme. Como a un niño, me han hecho creer que todos podemos ser estrellas de cine. No importa que el mundo se pudra, ¡en medio de la podredumbre todos podemos ser reyes y reinas! El edén está en las pantallas y en las modas y el secreto está en cómo ser parte de ellas; ya ni siquiera hace falta tener un talento específico para algo; basta con tener dinero y/o saber hallar los canales adecuados… Día a día nos anegan y nos cubren y nos penetran con sondas invisibles y para que pensemos menos y suframos menos y creamos que la vida es ser ese maniquí que somos todos, iguales, escuadrones en el mall, como hileras blancas de lápidas indiscernibles… Ignorance is bliss… ¿No es esa la consigna? Ah y es tan tentadora…
La mayor parte del tiempo me parece obvio que solo simulamos vivir. Incluso la mierda puede parecer oro si se ilumina de cierta manera. Hoy, la vida es un juego de luces.
Hastiado, subo la vista. Las estrellas me abruman. Quisiera que me dejaran en paz. Me hastío de mí mismo y me hincho hasta la exasperación: no quiero ser lo que he sido, ¡pero tampoco esta lamentación insoportable!
A veces quisiera que ni en mí ni en nadie hubiera historia para poder reiniciar la historia sin el más mínimo resentimiento… Y entonces sueño con un tiempo sosegado… El placer ya no estaría en la aceleración ni en los flujos de adrenalina sino en mirar detenidamente, en las caricias dilatadas y en las visitas inesperadas y largas… Sueño un tiempo donde hubiera pasado ya el tiempo del tiempo y nos ocupáramos de los cuerpos como nunca antes lo hemos hecho. Porque el amor nunca ha existido.
Al menos debo conceder que no pensaba solo en Diana, también había la intención filosofoide de transmutar el dolor en pensamiento: ¿será así como se empieza a madurar?
[7:02 a.m.]
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25/11/07
22 de enero de 1999
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