9/4/08

12 de abril de 1999

¿ES POSIBLE HACER UN LIBRO SIN HISTORIA?

¿Cómo contar una vida sin historia, sin trama, plana hasta la desesperación? Por ejemplo, la vida de un personaje cuyos eventos sobresalientes hayan sido solamente un amor difuso y fugaz y un desamor –real o imaginario, no importa– siempre presente y pesado. Una vida a la vez vacía y desesperada, una planicie calcinante, aparentemente infinita, como el mar, quizá.

La historia, de todos modos, ¿no es siempre una inercia enfermiza de amores imposibles, ingenuos e inmaduros? Tener fe en la gente como se ha tenido fe en Dios. O amar la perfección, el paraíso, amar la verdad, la pureza. La historia es el desamor necesario, inevitable, es un desengaño: solo podremos ser criaturas radicalmente históricas cuando nos olvidemos del todo del paraíso, en cualquiera de sus versiones.

Sueño un libro igual de inercial, tan irresoluto y provisional como una vida plana hasta la desesperación, una vida común y corriente, una de esas millones de vidas que no merecen salir en los noticieros ni en las novelas. Una vida siempre a punto de hacerse vida, de realizarse, pero que, en rigor, nunca pasa de ser energía potencial. Sueño, en fin, un libro que siempre pudiera estar a punto de hacerse novela.

En efecto, hay miles o millones de libros sobre asesinos y detectives, sobre magos y criaturas fantásticas, sobre marineros heroicos, sobre violadores en serie, sobre dictadores genocidas, sobre exiliados arruinados, sobre personas desahuciadas; hay libros sobre todo tipo de víctimas y verdugos; ¿por qué no puede haber libros sobre gente común y corriente?

Seguramente porque las gentes comunes y corrientes estamos tan hartas de nuestras vidas comunes y corrientes que nuestro gozo más preciado es evadirnos, precisamente, en vidas espectaculares y trágicas o heroicas.

Todavía me parece sensato aquel propósito, aun si nunca llegué a cumplirlo. Es que aparte de la simple curiosidad, a mí no me interesaba en aquella época conocer todos los detalles de la vida de un brujo, de un vulcanólogo o de un tirano, pero sí me interesaba enormemente que alguien me dijera cómo soportar sin enloquecer la vida común y corriente de un adolescente cualquiera. Nadie supo decírmelo.

Dichosamente, la ausencia de historia no impide pensar.

Aunque –siempre hay una doble o múltiple cara– tampoco impide herirse con adjetivos candorosos o arrullarse con estilos variopintos... ¿La llana inercia de seguir vivo porque sí?

[9:48 a.m.]

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